El 30 de enero de 1962, los alumnos de la pequeña escuela de Kashasha, en Tanzania, debieron de gastar una broma tan divertida que provocó un ataque de risa colectiva. Después de algunos minutos, la risa pasó de los chicos a los compañeros de otras aulas y se contagió entre los profesores, hasta el punto de que cuando terminó la jornada todo el colegio estaba riendo. Los chavales regresaron a sus casas y contagiaron la risa a sus amigos y familiares, que a su vez siguieron riendo sin control de un lado a otro. En apenas unas horas, el ataque de risa se había extendido por decenas de aldeas y afectaba a centenares de personas.
Lo que parecía una broma inocente se convirtió en uno de los casos de histeria colectiva más estudiado por los psicólogos. La epidemia de risa, como se denominó al fenómeno, duró entre 6 y 18 meses y se agravó hasta causar verdaderas complicaciones. La risa incontrolada provocaba problemas respiratorios, dolor y hasta pérdidas de conocimiento entre muchos de los afectados.
Antes de desaparecer por completo, en junio de 1964, la epidemia se extendió por 14 escuelas y afectó a un millar de personas de las aldeas que rodean el lago Victoria en Tanzania y Uganda. Como medida preventiva, las autoridades cerraron los colegios y pusieron a las aldeas en cuarentena.
Durante meses, los investigadores buscaron algún tipo de gas tóxico o virus que pudiera haber generado aquel comportamiento, pero no encontraron nada.
Lo que parecía una broma inocente se convirtió en uno de los casos de histeria colectiva más estudiado por los psicólogos. La epidemia de risa, como se denominó al fenómeno, duró entre 6 y 18 meses y se agravó hasta causar verdaderas complicaciones. La risa incontrolada provocaba problemas respiratorios, dolor y hasta pérdidas de conocimiento entre muchos de los afectados.
Antes de desaparecer por completo, en junio de 1964, la epidemia se extendió por 14 escuelas y afectó a un millar de personas de las aldeas que rodean el lago Victoria en Tanzania y Uganda. Como medida preventiva, las autoridades cerraron los colegios y pusieron a las aldeas en cuarentena.
Durante meses, los investigadores buscaron algún tipo de gas tóxico o virus que pudiera haber generado aquel comportamiento, pero no encontraron nada.
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